Sam Altman, de OpenAI, es el último "fichaje con personalidad" de la IA, pero la industria tecnológica está llena de estos perfiles

Sam Altman, CEO de OpenAI, es todo un publicista de la IA: podría decirse que es el "fichaje con personalidad" definitivo.
Sam Altman, CEO de OpenAI, es todo un publicista de la IA: podría decirse que es el "fichaje con personalidad" definitivo.

Yoan Valat/POOL/AFP/Getty; Chelsea Jia Feng/Business Insider

  • Un "fichaje con personalidad" es alguien que ha logrado triunfar gracias a sus habilidades interpersonales. La inteligencia artificial prospera gracias a la expectación —y al miedo— y las personas que saben generar expectación triunfan.
  • Los hombres y mujeres que saben generar expectación y los "fichajes con personalidad" no son malos per se. De hecho, son necesarios.

De todas las cosas que pueden cambiar el mundo en la nueva era de la inteligencia artificial, existe una definitivamente anticuada que no va a desaparecer: el "fichaje con personalidad" (del inglés, personality hire).

Un "fichaje con personalidad" es alguien que contribuye a un equipo de trabajo con habilidades blandas, como su deslumbrante encanto. Existe la idea de que las personas que tienen una personalidad determinada no son buenas en su trabajo, que solo son divertidas en la oficina, pero podría decirse que cumplen con una función increíblemente importante para la salud de una organización.

En el campo de la IA, habría que ampliar ligeramente la definición de "fichaje con personalidad" para incluir a alguien que es muy, muy bueno vendiéndose a sí mismo, vendiendo un producto o simplemente vendiendo la idea de la inteligencia artificial como esa entidad todopoderosa que cambiará por completo el mundo, para bien o para mal (esperemos que para bien).

Se podría decir que son hombres —o mujeres— que generan expectación sobre las cosas. Y es que mucho de lo que está pasando con la IA ahora mismo tiene que ver con la expectación.

El máximo responsable de ChatGPT sabe cómo salirse con la suya

El mejor de todos ellos, por supuesto, es Sam Altman, CEO de OpenAI (la empresa que está detrás de ChatGPT). La semana pasada, Bloomberg informaba del ascenso de Altman en Silicon Valley, desde haber sido el fundador de una red social mediocre a la tierna edad de 19 años hasta convertirse en el jefe de la compañía que genera más expectación de la industria tecnológica.

En 2007, Altman fundó Loopt, una aplicación anterior a los smartphones con la que consiguió encandilar a buena parte del sector tecnológico y relacionarse con importantes líderes empresariales y del capital riesgo. Además, fue elegido personalmente para ser el sucesor de Paul Graham en la aceleradora de startups Y Combinator a los 29 años. 

Ya en ese momento era un inversor astuto y de éxito —sus inversiones en más de 400 empresas, algunas de las cuales harían negocios con OpenAI, han levantado algunas suspicacias ante posibles conflictos de intereses— y logró convencer a sus amigos, Reid Hoffman, Peter Thiel y Elon Musk (ahora archienemigo), para que financiasen OpenAI como una organización sin ánimo de lucro.

Sam Altman, tercero por la izquierda; junto al difunto DJ, Kay Slay; Craig Thole, entonces de Boost Mobile; y Fabolous en el año 2006, cuando Sam estaba promocionando su red social, Loopt.
Sam Altman, tercero por la izquierda; junto al difunto DJ, Kay Slay; Craig Thole, entonces de Boost Mobile; y Fabolous en el año 2006, cuando Sam estaba promocionando su red social, Loopt.

Jason Kempin/Getty

Para mucha gente, el CEO de la desarrolladora de ChatGPT es carismático, tiene don de gentes y sabe salirse con la suya. "El mayor punto fuerte de Altman es averiguar quién puede ayudarle más y encandilarlo", aseguraba una persona que trabajó con él en el podcast Foundering, de Bloomberg.

El CEO de OpenAI probablemente sea el "fichaje con personalidad" más exitoso de todos los tiempos.

Esto no debería de ser del todo sorprendente —ni siquiera insultante— para él. Ser un CEO de éxito o un empresario tecnológico requiere de un cierto tipo de personalidad. Lo cual no significa ser necesariamente el más divertido de la fiesta: Mark Zuckerberg es un empresario despiadado, pero, hasta hace poco, parecía tener menos carisma que un brote de herpes. 

Una imagen de un teléfono móvil con el logo de OpenAI, la desarrolladora de ChatGPT.

Se necesitan unos aires de "fichaje de personalidad" considerables para tener la ambición necesaria para decir que necesitas recaudar 7 billones —sí, billones— de dólares (unos 6,5 billones de euros al tipo de cambio actual).

El talento de Altman como gestor también ha estado a punto de costarle el puesto. El pasado noviembre, el CEO de OpenAI fue despedido temporalmente por su propio consejo de administración porque algunos miembros del mismo le consideraban un jefe demasiado hábil y desconfiaban de él. 

El hecho de que Altman lograse volver a los pocos días como CEO con un nuevo consejo de administración dice mucho sobre su capacidad para reunir a poderosos aliados como Satya Nadella, CEO de Microsoft, aunque todavía le espera algún que otro aguacero.

Sam Altman no es el único "fichaje con personalidad" en el sector de la inteligencia artificial

También está Leopold Aschenbrenner, un recién llegado promotor de la IA. Aschenbrenner, un antiguo empleado de la desarrolladora de ChatGPT que fue despedido por filtrar un comunicado que escribió a la junta sobre problemas de seguridad, publicaba hace poco un manifiesto de 165 páginas en el que advertía de los peligros de la inteligencia artificial descontrolada. 

El manifiesto del extrabajador de OpenAI contiene algunos gráficos cuestionables, comparaciones con la construcción de la bomba atómica y enlaces a un vídeo de Minecraft en YouTube.

No se puede saber con exactitud si la IA conducirá a la extinción de la especie humana o si se acabará revelando como una tecnología repleta de magia y efectos especiales, pero las advertencias de Aschenbrenner han sido recibidas tanto con credulidad como con escepticismo. Tampoco es fácil de adivinar hasta qué punto es probable que dentro de poco Estados Unidos entre en una guerra nuclear contra China por los centros de datos, como sugiere el antiguo empleado de OpenAI, pero hay algo en las excesivas proclamas de Aschenbrenner que suena a exageración.

El periodista tecnológico Max Read ha hecho una valoración muy perspicaz del manifiesto de Aschenbrenner en su Substack, a través de una publicación en la que ha señalado que la forma en la que la hipérbole del fatalismo de la inteligencia artificial podría ser, en algunos casos, una exageración que busca sacar tajada:

Lo que sí sé es que la comunidad de inversores de Silicon Valley ha llegado a despreciar bastante el altruismo eficaz (la escuela de pensamiento que impulsó el Future Fund) y se muestra muy escéptica y suspicaz ante el enfoque asociado sobre el riesgo existencial o "riesgo x", ahora que parece ser un impedimento para sus ambiciones. Por otra parte, esa misma comunidad es bastante agresiva con China y muy entusiasta con las empresas de seguridad nacional y el complejo militar-industrial. Si yo fuese una persona joven y ambiciosa cuya carrera hasta ahora se ha desarrollado en gran medida en el campo de la "seguridad de la inteligencia artificial" y otros campos relacionados con el altruismo eficaz, podría intentar reenmarcar mi experiencia y mis intereses como más orientados a la seguridad nacional. Y, si realmente quisiese hacer la pelota a los inversores de capital riesgo reaccionarios, también podría insinuar que fui despedido injustamente por acusaciones injustas de racismo por parte de un retorcido zángano de recursos humanos.

Si bien los detalles de este currículum generan credibilidad entre el público objetivo de Aschenbrenner (inversores y fundadores en cuyas compañías le gustaría invertir, así como incautos en Twitter que impulsarán su perfil), tan importante como eso es la imagen que da: joven, prodigioso, seguro de sí mismo, parlanchín, capaz de hablar con fluidez de temas tan diversos como la geopolítica, la epidemiología o el diseño de chips. Si Aschenbrenner no fuese miembro de la generación Z, le llamaría psicópata de la ambición millennial; sin duda, comparte con los sociópatas de la Ivy League de mi generación una empalagosa y maniática seguridad en sí mismo que, de algún modo, resulta "genial" para los más crédulos y los poderosos y "una gilipollez extremadamente molesta" para literalmente cualquier otra persona.

Y luego, por desgracia, está la triste historia de Humane. Los creadores del famoso pin de IA eran antiguos trabajadores de Apple, vestían de una forma increíble y producían unos vídeos de demostración tremendamente impresionantes que hacían que su producto pareciese impensable. Consiguieron recaudar en torno a 220 millones de euros, procedentes de inversores como el propio Sam Altman.

Cuando empezaron a aceptar pedidos anticipados, Business Insider publicó en relación a lo increíble que parecía su pin de inteligencia artificial, aunque pareciese poco práctico. Era futurista, divertido y estaba hecho por gente muy guay y atrevida: los hípsters por excelencia de la IA.

Y, sin embargo, el AI Pin ha fracasado

El AI Pin, de Humane, ha recibido críticas terribles.
El AI Pin, de Humane, ha recibido críticas terribles.

Humane

Desde luego, el pin de inteligencia artificial de Humane ha sido un fracaso hasta ahora. Las primeras críticas fueron terribles, las ventas muy inferiores a las previstas y la compañía fue criticada por lanzar un producto a medio hacer

Esta semana, Humane anunció la retirada de sus cargadores porque existía el riesgo de que saliesen ardiendo. No hay por qué reírse porque cabe pensar que puede ser un fastidio que desaparezcan este tipo de propuestas. Estaría bien volver a ver un nuevo y ambicioso tipo de dispositivo, pero está claro que este simplemente no lo era.

En este momento, en junio de 2024, todo el mundo cree que la IA es "algo grande", pero la mayoría de la gente no sabe exactamente qué va a significar esta tecnología en el futuro o siquiera qué aspecto tendrá. Esto deja la puerta abierta para que los promotores de exageraciones vendan a la gente sus respectivas motos o jueguen con sus peores temores.

Eso no es necesariamente malo: el bombo publicitario puede ser útil, como lo son los "fichajes con personalidad" en el lugar de trabajo. ¿Lo más bonito de todo esto? La personalidad es algo meramente humano, algo que la inteligencia artificial nunca podrá reemplazar.

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