¿Quién puede salvar Silicon Valley? Las tecnológicas han perdido el norte y solo buscan ganar más a costa de empeorar sus productos

Ed Zitron
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La forma más clara de salvar Silicon Valley es devolver la industria a las personas que realmente crean tecnología para resolver problemas.
La forma más clara de salvar Silicon Valley es devolver la industria a las personas que realmente crean tecnología para resolver problemas.

Real Vector/Getty, shingopix/Getty, Tyler Le/BusinessInsider

  • Silicon Valley tiene que deshacerse de los directivos de carrera y volver a poner a los desarrolladores al mando.
  • Dejar las empresas tecnológicas en manos de directivos y no de tecnólogos es un craso error, ya que su estrategia principal es mejorar los ingresos a costa de empeorar el producto. Se necesitan líderes que busquen solucionar los problemas del usuario.

Si abres ahora tu Instagram, puedes comprobar lo rápido que te salta un anuncio o contenido sugerido. Me atrevería a decir que aparecerá cada dos o tres reels o stories. Y, si abres Facebook, más de lo mismo: recomendaciones para unirte a grupos, contenido generado por IA y comentarios de estafadores que afirman haber ganado miles de euros con las criptomonedas.

Este deterioro de la experiencia del usuario lo puedes apreciar también en Google. Los resultados de búsqueda van peor que nunca, hay spam y contenidos de afiliación y monetización por todas partes, además de enlaces que no sirven para nada. Peor aún, Google está probando el uso de respuestas generadas por inteligencia artificial, por lo que en cualquier momento puedes leer la recomendación de ponerle pegamento a una pizza.

A priori, podría deducirse que esto supone un problema para estas empresas, pero Meta y Alphabet siguen haciendo caja. Alphabet superó las expectativas del primer trimestre a finales de abril y anunció el primer dividendo de su historia, junto con una recompra de acciones por valor de 70.000 millones de dólares. Los beneficios de Meta en el primer trimestre se duplicaron respecto al mismo periodo del año anterior, gracias a los 36.000 millones de dólares en ingresos publicitarios, un 27% más.

Esta desconexión entre la experiencia del usuario y los resultados financieros es el resultado de lo que yo llamo la 'Rot Economy' (que podría traducirse como economía podrida): un enfoque que busca convertir las empresas en máquinas insaciables de crecimiento de los ingresos a costa de del servicio al consumidor y la utilidad del producto. Esta desastrosa estrategia ha vaciado la capacidad de innovación de Silicon Valley y ha provocado que la gente se sienta cada vez más frustrada con la tecnología.

En general, las grandes plataformas han ignorado esta reacción por una razón de peso: ahora, son los ejecutivos titulados y no las personas innovadoras quienes dominan Silicon Valley. Las altas esferas de las empresas más poderosas (OpenAI, Google, Microsoft, Amazon, Oracle, Adobe, Meta...) no están compuestas por desarrolladores, sino por titulados de Máster, consultores de gestión y chupatintas.

La salvación de estas compañías pasa por devolver la industria tecnológica a las personas que realmente desarrollan tecnología para resolver problemas, creando mercados sostenibles y útiles basados en satisfacer las necesidades de los clientes en lugar de máquinas de crecimiento cada vez más complejas que empeoran la vida del usuario a cambio de obtener beneficios.

Los desarrolladores construyen, los directivos destrozan

Los desarrolladores dominaron los primeros años de Silicon Valley. Empresas como Apple y Hewlett Packard nacieron literalmente en garajes, al igual que Adobe, fundada por dos informáticos que abandonaron Xerox y desarrollaron PostScript, un lenguaje pionero creado específicamente para impresoras. En la actualidad, tanto HP como Adobe tienen un CEO con una carrera en el mundo directivo y ambas empresas se han centrado en crear valor para los accionistas por encima de innovar.

Elon Musk

En los últimos años, la estrategia de crecer a través del desarrollo ha sido sustituida por un deseo de "hackear el crecimiento" cambiando el cómo se presenta la información para retener al usuario en la plataforma

A los fundadores de Instagram, Kevin Systrom y Mike Krieger, ambos programadores, se les prometió autonomía cuando Facebook adquirió la compañía, pero en mayo de 2018 se encontraron gobernados por un nuevo maestro: Adam Mosseri, un exvicepresidente de Facebook News Feed, que comenzó su carrera como diseñador y pasó la mayor parte del tiempo como responsable de proyectos. Systrom y Krieger se enfrentaron a Mosseri y a Mark Zuckerberg por la invasión de la independencia de Instagram por parte de Facebook, lo que provocó su salida en septiembre de 2018

Desde entonces, Instagram ha empeorado gradualmente, con un algoritmo más agresivo y aumentando mucho los vídeos sugeridos, hasta el punto de que Kylie Jenner y Kim Kardashian suplicaron a Mosseri que "dejara de intentar ser TikTok"

La cuestión es que Mosseri no es tecnólogo ni desarrollador, y la mentalidad de una persona que no sabe desarrollar y busca ganar dinero, siempre será la de hacer el producto más rentable, pero no más útil.

Este patrón de sustituir desarrolladores por directivos se ha repetido en todo Silicon Valley. De hecho, cuando se designa a un ejecutivo con experiencia como desarrollador, parece imponerse siempre la mentalidad de rentabilizar el producto a toda costa.

Ahí está el ejemplo de Google. Sundar Pichai, que se convirtió en CEO en 2015, fue anteriormente responsable de producto, un rol no técnico. Ahora, el actual líder de los productos principales de Google es Prabhakar Raghavan. Sobre el papel, Raghavan parece el tipo de persona que se comprometería a impulsar los productos: es informático de formación y ha escrito artículos académicos en este campo. Pero cuando entró en Google, lo hizo específicamente como directivo, dado la espalda a su formación.

En 2019, los equipos de publicidad e ingresos de Raghavan comenzaron a chocar con el equipo principal de Búsqueda de Google, dirigido entonces por Ben Gomes, un tecnólogo de carrera que ayudó a desarrollar la búsqueda de Google desde cero. Según los correos electrónicos publicados en el marco del reciente caso antimonopolio del Departamento de Justicia contra Google, el equipo de Búsqueda fue señalado formalmente porque sus ingresos estaban bajando y no había suficiente crecimiento en las "consultas", es decir, en el volumen de búsquedas. 

Gomes, preocupado por la influencia de la rama publicitaria de Google en las búsquedas, escribió que esa presión para mejorar los números de consultas parecía estar impulsada por el hambre de crecimiento del equipo de publicidad y que su unidad de búsquedas se estaba basando "demasiado en ganar dinero". Incluso después de que una ronda de cambios resolviera la revisión del equipo de búsquedas, Raghavan afirmó que "no se estaban mejorando los fallos de las consultas básicas"; en palabras más simples, la gente seguía sin buscar lo suficiente en Google.

Todo esto representa la diferencia entre una estrategia a largo plazo centrada en el producto y una estrategia a corto plazo centrada en el dinero. Que más usuarios busquen más cosas es un buen objetivo, pero también hay que ofrecer calidad. Tener que reformular una consulta cinco o seis veces para encontrar una respuesta no solo es frustrante, sino que socava la utilidad del producto principal. 

Centrarse únicamente en el número de búsquedas choca con el objetivo real de un motor de búsqueda, ya que se está optimizando para que el usuario lo use más, pero no se le dan motivos para ello mejorando el servicio.

Finalmente, Google introdujo un cambio aún más radical en los anuncios que saltaban en las búsquedas, y poco más de un año después Raghavan fue nombrado director de búsquedas, mientras que Gomes fue relegado a vicepresidente senior de educación. Ahora la búsqueda de Google es más rentable y peor, ya que han aumentado el spam y las estafas, un problema que la inteligencia artificial ha empeorado.

La diferencia fundamental es que los desarrolladores están orientados a las soluciones y los gestores a las métricas. La mentalidad de estos últimos no se basa en la comprensión o el respeto por la tecnología, sino en lo que se puede extraer de ella. Las organizaciones impulsadas por la gestión no buscan construir para solucionar los problemas del consumidor, sino buscan eficiencia aunque esta empeore la calidad.

A sparkling cardboard robot

Visión y enfoque

En la última década, la gente ha perdido la fe en Silicon Valley en gran parte porque no ha cumplido su principal promesa: mejorar nuestras vidas a través de la tecnología. Hubo un tiempo en que Facebook y Google eran empresas respetables y rentables que conectaban al mundo; perseguir al dragón del crecimiento perpetuo las ha vuelto en contra de los usuarios. Los productos útiles son rentables, pero volver a la utilidad requerirá que tanto estas empresas como Wall Street recuerden que el crecimiento no es eterno y que, finalmente, los usuarios se irán cuando el producto no les sirva.

No obstante, los productos tecnológicos actuales parecen hechos para vender un sueño de futuro en lugar de resolver los problemas actuales de los clientes. Una encuesta del Instituto Reuters de la Universidad de Oxford reveló que muy pocas personas usan realmente productos de IA generativa como ChatGPT. Sin embargo, la tecnología sigue intentando imponernos ideas de dudosa utilidad basadas en que algún día la IA podría hacer algo, aunque no esté claro si es realmente posible.

Todo esto debería hacernos desconfiar de cualquier promesa sobre el futuro de la inteligencia artificial. El CEO de OpenAI, Sam Altman, que ha pasado la mayor parte de su carrera (mal) dirigiendo empresas, no es la potencia técnica que hay detrás de OpenAI, ni ha tenido éxito en nada que no sea enriquecerse a sí mismo y a sus amigos. Así que no es de extrañar que los mejores talentos técnicos, como la investigadora en gobernanza de la IA Helen Toner y el famoso informático Ilya Sutskever, hayan abandonado la empresa, mientras que gente como Larry Summers, exsecretario del Tesoro, y Fidji Simo, CEO de Instacart y antiguo responsable de la app de Facebook en Meta, hayan subido a bordo. Esto también podría explicar por qué empresas como Google y OpenAI hacen promesas sobre IA que no parecen poder cumplir: las personas que hacen las promesas no participan en su cumplimiento y no entienden realmente lo que haría falta para lograrlas.

Silicon Valley está dominado por personas que quieren ser Steve Jobs y que, al mismo tiempo, comparten la absoluta falta de respeto de Jobs por Steve Wozniak, la mente técnica que hizo triunfar a Apple. Mientras la industria tecnológica esté controlada por personas que no desarrollan, seguirá creando productos que ayuden a aumentar el crecimiento en lugar de ayudar a los consumidores.

Una industria tecnológica mejor es aquella en la que los ejecutivos sustituyen a los ingenieros, en la que el éxito se deriva no solo de la capacidad de una empresa para crecer cada trimestre, sino de su capacidad para mejorar la vida de sus clientes. Google, Instagram y Facebook fueron creadas, construidas y desarrolladas por ingenieros que querían conectar y ayudar a las personas en lugar de encontrar formas cada vez más obtusas de aumentar los ingresos.

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