Por qué nos cuesta tanto hacer ejercicio

Sabemos que mover el cuerpo es bueno para nosotros. ¿Qué nos impide hacerlo?

Los índices de depresión y ansiedad van en aumento. La mejor forma de salir de mi depresión fue la actividad física.

P.E. Moskowitz
| Traducido por: 

Durante la mayor parte de 2017 apenas pude salir de casa. Estaba sufriendo un episodio depresivo prolongado con ataques de pánico diarios, a veces cada hora, y no veía sentido a seguir adelante.

Muchas cosas me ayudaron a sobrevivir. Hablar de ello en terapia varias veces a la semana era como abrir una válvula de presión en mi cerebro: me permitía seguir adelante. La medicación tuvo resultados dispares: sentí menos pánico, pero también menos alegría, entusiasmo y otras emociones esenciales. Llorar con los amigos me proporcionaba una catarsis temporal. Pero no fue hasta que descubrí el muay thai, una modalidad parecida al kickboxing, cuando sentí que el día a día podía ofrecerme algo más que desesperación.

Todas las demás formas de curación que había probado se habían centrado en mi mente, en sus pensamientos desordenados y sus supuestos desequilibrios químicos. Lo que no había intentado era salir de ella por completo. Cuando los entrenadores, firmes pero bienintencionados, me gritaron que corrigiera mi postura, que hiciera 5 flexiones más y que pateara el saco hasta que mis espinillas estuvieran rojas y casi sangrando, mi sistema nervioso se puso en marcha. 

Me hizo sentir humana de nuevo.

Es un tópico decir que no se debe decir a una persona deprimida que salga a la calle, dé un paseo o salga a correr. Hacerlo suponde ignorar la gravedad y la realidad de su enfermedad, como decirle a alguien con un brazo roto que se ponga a jugar al tenis. Hasta cierto punto, es verdad: probablemente no sea la mejor idea decirle a alguien que lucha profundamente contra una enfermedad mental que simplemente se aguante y salga a caminar. 

Pero también es cierto que cuando alguien me animó a salir y usar mi cuerpo, fue precisamente lo que necesité en mi momento más bajo. Acabé yendo al gimnasio solo porque mis amigos me animaron insistentemente a ir con ellos a una clase hasta que un día por fin lo hice. No fue una cura definitiva, pero me hizo creer que podía existir una solución.

Muchas de nuestras crisis colectivas —depresión, ansiedad, falta de bienestar y soledad —empeoran por lo mismo: nuestra tendencia al sedentarismo y al aislamiento. Vivimos en una sociedad que hace extremadamente difícil encontrar tiempo y espacio para estar activo

Numerosas investigaciones demuestran que el ejercicio es bueno para la depresión y, sin embargo, la mayoría de las veces que oigo a la gente hablar de la crisis de salud mental —en TikTok, en X y en la vida real— rara vez se menciona. En mi experiencia, es mucho más común oír a la gente hablar de encontrar el diagnóstico correcto, la medicación adecuada y el tipo de terapia adecuado que ver a personas animando a sus seres queridos a salir a la calle.

Muchos de nosotros sabemos que el ejercicio es bueno para nosotros. Lo único que falta es mover el culo.

joven starbucks

Las pruebas de que la actividad física es buena tanto para nuestro cuerpo como para nuestro cerebro son abrumadoras. Una meta-revisión de estudios que incluyó a 128.000 participantes descubrió que el ejercicio de cualquier tipo reduce significativamente los síntomas de ansiedad y depresión

Existen varias teorías al respecto: el ejercicio podría aumentar la disponibilidad de neurotransmisores como la dopamina en el cerebro, o podría ayudar al cerebro a formar nuevas vías neuronales útiles para escapar de los ciclos de depresión. En cualquier caso, moverse es bueno para la mente.

Y las consecuencias físicas de no moverse lo suficiente están bien documentadas: cardiopatías, diabetes, hipertensión, cáncer y otras muchas enfermedades están relacionadas con una baja actividad física. También es malo para nuestra salud mental: Un metaanálisis de 2014 sobre más de 100.000 personas descubrió que el aumento del tiempo de sedentarismo se correlacionaba positivamente con las tasas de depresión. Un estudio llevado a cabo a principios de la pandemia de coronavirus descubrió que a las personas les resultaba más difícil dejar de estar deprimidas si pasaban demasiado tiempo sentadas.

La depresión es un círculo vicioso; enfrenta a tu cerebro contra sí mismo.

A pesar de las investigaciones, los españoles tienen en el ejercicio una actividad pendiente. 

Según una estimación, cada día realizamos una media de 27 minutos menos de actividad física que hace 200 años

Más de la mitad de la población española (el 52%) no practica ningún deporte actualmente, según una encuesta del CIS. De este grupo, el 35% lo ha abandonado tras haberlo practicado en el pasado, fundamentalmente por la falta de tiempo o la incompatibilidad de horarios con el trabajo o los estudios. 

Los últimos resultados de la Encuesta Nacional de Salud reflejan que en España más de un tercio de la población de más de 15 años permanece sentada la mayor parte de su jornada; otro 40,8% la pasa de pie sin realizar grandes desplazamientos o esfuerzos. Datos más recientes de la Encuesta Europea de Salud en España de 2020 indican que durante el tiempo de ocio solo un 8,4% de hombres y un 7,0% de mujeres mayores de 15 años realiza ejercicio físico diario.

Las cifras son incluso más preocupantes cuando se pone el foco en los menores. El 70% de los niños y adolescentes españoles pueden considerarse sedentarios, ya que no hacen la cantidad mínima de ejercicio que recomienda la Organización Mundial de la Salud, 60 minutos diarios, recoge el estudio PASOS 2022.

En lugar de hacer suficiente por movernos, nos quedamos atrapados holgazaneando frente a nuestros móviles. Hemos reemplazado la estimulación corporal del mundo real con estimulación mental de nuestras pantallas. Mientras tanto, nuestro cerebro se está viendo comprometido. En el Barómetro Juvenil 2023. Salud y Bienestar de la Fundación Mutua Madrileña y Fad Juventud, casi 6 de cada 10 jóvenes manifestaron haber tenido algún problema de salud mental en el último año frente al 28,4% de 2017, cuando se llevó a cabo ese barómetro por primera vez.

En lugar de analizar la situación y concluir que todos necesitamos hacer más ejercicio, algunas personas están haciendo lo contrario. 

Ciertas tendencias que circulan por las redes sociales hacen hincapié en no utilizar el cuerpo: el hurkle-durkle, también conocido como "pudrirse en la cama" consiste en envolverse en ropa cómoda y sábanas para quedarse en la cama hasta mucho después de la hora a la que uno debería levantarse. Pero aunque hay un momento y un lugar para no hacer nada y relajarse, en realidad los españoles no descansan más. Gran parte del país no duerme lo suficiente.

En esta tendencia, veo la lógica de la depresión: la sensación de que nada puede o va a cambiar, así que no tiene sentido intentarlo. 

Gran parte de nosotros, al parecer, hemos renunciado a intentar ser activos.

Tobi Akbas en su iPad, pasando el rato antes de practicar kárate en su casa de Garrison, Nueva York.

Con el tiempo, mi año infernal se esfumó de mi mente. Pero con el tiempo, mi rutina de ejercicios se fue con él. Pensé que no necesitaba hacer ejercicio para mantener la cordura, así que dejé de esforzarme. Luego me alejé del gimnasio de muay thai y abandoné por completo la rutina. Al cabo de unos años, la depresión me atrapó. No fue tan catastrófica como antes, sino más bien un hastío persistente que era difícil de superar. Intenté resolverlo en terapia. Intenté intelectualizarlo. Intenté disculparlo: no tenía sentido intentar nada, la vida era intrínsecamente mala, el estado político del mundo daba miedo, el mundo exterior era demasiado caro. No funcionaba.

Entonces, un día, al principio de la pandemia, cuando era proclive a recluirme en mi habitación durante horas y horas, un compañero de piso me sugirió que fuera a la pista de tenis con ellos durante una hora. Me enganché inmediatamente. Jugar al tenis con amigos varias veces a la semana no sólo fue divertido y no sólo me ayudó a ponerme en forma: se convirtió en un punto central de mi vida. 

Me proporcionó una nueva relación con mi cuerpo y mi mente. Había olvidado que el ejercicio, aunque no era una cura para mi enfermedad mental, era un precursor necesario para mi bienestar mental. Después de años de intelectualizar mi tristeza y malestar, una vez más tuve algo que me metió en mi cuerpo, activó mis endorfinas y, lo más importante, me hizo dejar de pensar en otra cosa que no fuera dónde colocar la pelota al otro lado de la pista.

He llegado a un punto en el que el ejercicio —estar en mi cuerpo, sudar—es más importante para mí que otras formas de terapia más orientadas a la mente.

La depresión es un círculo vicioso; enfrenta a tu cerebro contra sí mismo. Cuando estaba en mi peor momento, el consejo habitual de "no le digas a una persona deprimida qué hacer" no me ayudó porque necesitaba que alguien me ayudara a romper ese ciclo diciéndome que dejara de repetir los mismos patrones. Lo que me salvó fueron amigos que me ayudaron a salir de casa, me sugirieron que me apuntara al gimnasio con ellos o me animaron a hacer cualquier cosa para sacarme de mi cabeza.

A veces todavía me deprimo. Sigo teniendo problemas de salud mental. Pero ahora siento que tengo una manera fiable de ayudarme a superarlo. He llegado al punto en que el ejercicio —sudar— es más importante para mí que las formas de terapia más orientadas a la mente. No es una cura mágica, pero ahora la veo como una base fundamental. Si no me muevo, nada mejorará mi estado de tristeza.

Las prescripciones de antidepresivos siguen aumentando y cada vez más gente acude a terapia, pero los índices de depresión y ansiedad siguen por las nubes. Si ya has probado casi todo lo demás, ¿por qué no te pones simplemente en movimiento?

P.E. Moskowitz dirige Mental Hellth, un boletín sobre psicología, psiquiatría y la sociedad moderna. También es autora del libro Rabbit Hole, una combinación de memorias y reportaje sobre el papel que desempeñan los medicamentos en nuestra felicidad.

Conoce cómo trabajamos en Business Insider.