Llega la era de la 'diverflación': ahora que todo es más caro, preferimos vivir experiencias

  • La inflación no deja de subir, pero las terrazas y los restaurantes están llenos. Bienvenidos a la era de la diverflación.
  • Los expertos observan una mayor inclinación de los consumidores a 'vivir el ahora', disfrutando más de las experiencias.
Ilustración de un empleado surfeando un gráfico economía

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El dinero no da la felicidad… pero ayuda. Y, en tiempos de inflación, cada vez nos inclinamos más por gastar en experiencias que en lo material. Ya lo dijo Aristóteles: "La riqueza consiste mucho más en el disfrute que en la posesión". Bienvenidas y bienvenidos a la era de la diverflación.

En momentos de crisis, el consumo tiende a apretarse el cinturón y quitarse de caprichos. Todo apuntaba a que con la inflación estrangulando el bolsillo, de un lado, y el endurecimiento histórico de la política monetaria apretando del otro, los hogares cederían a la presión, y esa debilidad terminaría por verse en la economía a través de una caída en el consumo. 

Pero tres años después del comienzo de la crisis de precios y con 10 subidas de tipos de interés de por medio, las terrazas de bares y restaurantes siguen llenas, la gente continúa consumiendo y el turismo se mantiene en niveles récord

"La inflación no termina de despegarse de la economía, pero las terrazas y los restaurantes están llenos. Estamos viendo contradicciones que probablemente nos lleven a pensar en el futuro en una manera de entender el consumo menos simplista", resume Pedro Rey, profesor del Departamento de Economía de Esade, especializado en economía del comportamiento.

La diferencia está en que ahora se prioriza más la experiencia, en detrimento de otras partidas, como ropa, electrodomésticos o coches, cuyo precio resulta elevado en tiempos de vacas flacas.

"Observamos una mayor inclinación de los consumidores a 'vivir el ahora', disfrutando más de las experiencias", resume Marina García Gil, analista de Analistas Financieros Internacionales (Afi). Pura filosofía de Marc Anthony y The Strokes aplicada a la economía.

"Para el 42% de los consumidores, salir a tomar algo es una excusa para pasar tiempo con familia y amigos", conviene Celia Rodríguez, experta en Retail Intelligence en NielsenIQ. 

Supermercado vacío por el confinamiento

Esta nueva tendencia surge de la crisis de precios, pero también tras la pandemia. "A raíz de la pandemia hemos experimentado un cambio en las preferencias de consumo, aunque no sabemos todavía con certeza si se trata de un cambio permanente o transitorio", explica García Gil. 

"Llega un momento en el que, después de soportar durante mucho tiempo una situación límite, hay cambios. La pandemia ha durado mucho, y nos han dicho tantas veces que nos preparásemos para lo peor, que ahora empezamos a ver cambios estructurales en los patrones de consumo", observa Rey.

La filosofía, argumenta Rey, responde al patrón de: si estoy en una situación límite, el poco dinero que tengo lo voy a gastar ahora. Carpe diem.

"Buena parte de este consumo es de recompensa, y esto es algo que nos ha cambiado la pandemia. En 2008 preguntamos a los consumidores cuáles eran sus prioridades de gasto, y respondieron que la salud física y seguridad financiera. Hoy, muy por delante de la seguridad financiera, está la salud mental. Ese mayor consumo, por ejemplo en los bares, viene de cubrir necesidades sociales", apunta Ángeles Zabaleta, directora de análisis de NIQ.

"Aunque el 69% de los consumidores recorta en gastos intermedios, al mismo tiempo el 63% no se priva de consumir", explica Rodríguez. Suena paradójico, pero esa es la psicología del consumidor divergente

"Estamos viendo a un consumidor divergente. Puede que tenga mentalidad de recesión, pero se permite tener momentos para consumir y, de alguna forma, desconectar", añade Rodríguez.

Durante la crisis financiera de 2008, las caídas en el consumo se prolongaron en el tiempo, acumulando un descenso muy notable hasta alcanzar su nivel mínimo en el segundo trimestre de 2013. Ahora, "el consumo está reaccionando mejor", confirman desde Afi.

No es magia. Lo explicaba el Banco de España hace unos meses: "Ante el reciente episodio inflacionista, los hogares han adoptado diferentes estrategias para ajustar sus decisiones de consumo", observó el organismo en su informe La reacción de los hogares ante el repunte de los precios en España y en la Unión Europea.

Para aguantar el chaparrón de la inflación, los hogares buscan alternativas más baratas para algunos productos de la cesta de la compra, ampliaron la oferta laboral para incrementar su nivel de renta, y recurrieron a otras fuentes de recursos (como ahorros previos o crédito). Eso ha permitido que el consumo recuperara, para finales de 2023, sus niveles previos a la pandemia.

Un carro de la compra arde por la inflación

Menos electrodomésticos y ropa, más aperitivos y hoteles

La pandemia marcó un antes y un después en los patrones de consumo, pero también la inflación: si todo está más caro, los hogares tienen que decidir qué priorizan, y para García Gil, los bienes duraderos han salido perdiendo: 

"Un escenario de precios elevados deprime la demanda de determinados bienes, como los duraderos. La situación inflacionista ha podido acentuar este cambio en las tendencias de consumo. En momentos de elevada incertidumbre, es normal que las inversiones en bienes duraderos se vean desincentivadas".

Ese cambio en el patrón de consumo se observa en un mayor desembolso en partidas que, antes, en momentos de crisis, podían resultar prescindibles. 

"Los últimos datos de gasto revelan un cambio en las preferencias de los consumidores", señala García Gil. Básicamente, ahora se consume más tecnología y más hostelería que antes.

"En lugar de gastar en bienes de lujo, las personas han optado por invertir en experiencias y comodidades", coincide Carles Munich, senior director de la consultora Simon-Kucher.

"Mediante la realización de un análisis de regresión empleando la Encuesta de Presupuestos Familiares del INE, el gasto en comunicaciones es ahora más esencial en los hogares, y vemos que la preferencia por el gasto en restaurantes y hoteles ha aumentado", añade García Gil.

Ilustración de un móvil con bebidas

"Claramente el gasto en servicios, y en particular en hostelería y ocio, nacional y extranjero, ha aumentado de manera global", coincide Patricia García Sánchez de la Barreda, directora del Máster en Finanzas de ESIC Business & Marketing School y socia directora de MacroYield.

Este tipo de partidas, apunta Munich, normalmente se veían afectadas en periodos de crisis. Sin embargo, mientras que el gasto en ropa cae, el consumo en restauración y ocio aumentó 2 puntos en el último año, llegando a suponer el 11,6% del gasto total de los hogares, según el INE, y que los servicios de transporte crecen un punto, hasta situar su peso en el 8%.

En el caso de la hostelería, por ejemplo, el aperitivo ha sido el gran ganador. "La tendencia está siendo sobre todo salir de día. El 55% de los consumidores acuden a tomar el aperitivo, y eso hace que categorías de bebidas, como el vermú, o el tinto de verano, estén creciendo", observa Rodríguez, que destaca un crecimiento destacable en el caso de productos premium.

En cambio, el peso del gasto en otras partidas, como la adquisición de vehículos, está por debajo de los niveles prepandemia, según la última Encuesta de Presupuestos Familiares del INE. 

Los famosos cuellos de botella derivados de la crisis de suministro, junto a la incertidumbre geopolítica, también han influido en esta contracción en el consumo de bienes duraderos, y podría explicar el peor comportamiento de estas partidas.

"Desde la pandemia hemos sufrido una consecución de shocks externos que han modificado tremendamente los hábitos de consumo. Cuando la actividad comenzaba a normalizarse tras el confinamiento y los problemas en las cadenas de producción globales, llegó la guerra en Ucrania y una crisis de costes y precios que todavía sufrimos", coinciden desde la Asociación Nacional Grandes de Empresas de Distribución (Anged). 

El tensionamiento del mercado de la vivienda y las dificultades de acceso a la compra y al alquiler también sesgan negativamente el consumo de cierto tipo de bienes duraderos característicos del hogar, añade García Gil, como mobiliario o electrodomésticos.

También se ha visto afectado el gasto en ropa. "Hemos visto una reducción en vestido y calzado o en la adquisición de bienes asociados al ocio y al deporte, y esto es debido al peso creciente que han adquirido las partidas de ocio y restauración", explica García Gil.

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