2 razones por las que probablemente no volveré a viajar en un crucero de Carnival

A la gente le encanta odiar a Carnival Cruise Line. Después de navegar en el nuevo Carnival Firenze, ahora entiendo por qué: la comida era tan mala como la incesante venta de cosas.

Los barcos de la compañía tienen fama de ser asequibles pero ruidosos, hasta el punto de haber amenazado en una ocasión con multar con 500 dólares a los viajeros indisciplinados.

Pero esta amarga reputación no parece afectar negativamente al negocio. Su empresa matriz, Carnival Corp, experimentó un "récord" de depósitos y reservas a precios elevados en el primer trimestre de 2024.

A pesar de su creciente popularidad, no creo que vuelva a reservar voluntariamente otro crucero Carnival, o al menos Carnival Firenze.

Y no por las razones que cabría esperar.

Mis cuatro noches en el Carnival Firenze no fueron estelares, no por el bullicio de la gente (lo sé, me sorprende), sino por la pésima comida y las molestas e interminables ventas.

Carnival hace honor a su reputación de ofrecer cruceros asequibles.

El itinerario más barato del Carnival Firenze en 2024 es un viaje de cuatro noches por 359 dólares por persona, tasas e impuestos incluidos. Eso supone menos de 90 dólares (84 euros) por noche por una habitación de hotel en alta mar, comida ilimitada, actividades a bordo y la oportunidad de ver la isla Catalina y Ensenada (México).

No está mal, teniendo en cuenta que los barcos nuevos suelen tener un precio muy elevado (el nuevo megabuque Icon of the Seas de Royal Caribbean cuesta más de 260 dólares –243 euros– la noche).

Las tarifas son inmejorables. Y la calidad de la comida lo refleja.

Mira, no espero caviar y trufas recién ralladas en cada plato. Puedo respetar una hamburguesa chapucera y pasta sencilla, como esperaba para un crucero de Carnival. Y ver platos como el tartar de ternera fue inesperadamente bienvenido.

Por desgracia, todo lo que comí fue mediocre.

La mejor palabra para describir la mayoría de mis comidas en el Carnival Firenze es "dulce".

El aliño de miel y mostaza del bufé de ensaladas era tan azucarado que podría haber sido un postre. Pero ni siquiera el aliño espeso y cargado de sacarina podía humedecer el pollo increíblemente seco como un hueso.

Claro, claro. Se supone que la mostaza con miel está repleta de azúcar, y me la eché con ganas. Pero creo que un aliño de ensalada no debería provocar un subidón de azúcar en los comensales.

Algunos platos estaban excesivamente dulzones.

Mi plato principal de gambas y pastel de pescado podría haber sido estupendo. Las gambas estaban perfectamente rebozadas, y aunque el pastel de pescado estaba cuestionablemente blando, estaba bien sazonado con una mezcla de especias secas con ajo y cebolla.

Por desgracia, la salsa de tomate que lo acompañaba, endulzada como si fuera un sorbete, hizo que el plato perdiera todos sus honores.

Una buena salsa de tomate logra un delicado equilibrio entre dulzor y acidez. Esto era simplemente azúcar y una gran capacidad para hacer que un marisco decente supiera mal.

Las almejas y los linguini del comedor también podrían haber sido un triunfo si no fuera por algunos problemas importantes.

No me encantó que viniera con solo cuatro o cinco almejas, ¡pero me encantan los platos de pasta con una textura que contraste!

Desgraciadamente, dicha "textura" era un pequeño trozo de plástico duro escondido entre los tallarines.

Si la comida no era dulce, era pesada.

La hamburguesería Guy Fieri del barco tenía cola antes de abrir para comer. A mí, que me atraen los restaurantes de moda, me entusiasmó su popularidad.

Por desgracia, no pude disfrutarlo mucho tiempo. Entré en coma a los cuatro mordiscos de la hamburguesa de pepperoni y pizza, muy grasienta y decadente, servida con un grueso trozo de mozzarella frita.

Al segundo día, empecé a soñar con verduras ligeras, frescura y fibra.

Pero los dos comedores de cortesía que atendían estas necesidades —el puesto de ensaladas Fresh Creations y La Strada Grill con sándwiches y guarniciones— solo estaban abiertos durante el último día de navegación. En ese momento, la falta de fibra ya había hecho su daño.

Una mañana incluso intenté pedir algo del menú vegano para desayunar. Por desgracia, me negaron mi plato sin carne: el camarero me comentó que los desayunos veganos debían pedirse la noche anterior, una restricción que todavía no he visto en otro crucero.

La comida mediocre empañó mi experiencia, pero no fue lo peor de mi crucero Carnival.

Ese título se lo lleva la incesante y descarada venta, realizada con un insistente incordio que recuerda al de una molesta mosca zumbando alrededor de tu casa.

Sobre el papel, Carnival ofrece tarifas de crucero muy baratas. En realidad, una vez que subes al barco, te encuentras con un número desagradable de opciones de pago que podrían duplicar rápidamente el coste de tus vacaciones.

Las compañías de cruceros de gran consumo venden cada vez más servicios y actividades a bordo.

En los barcos más nuevos de Norwegian, esto incluye el pago de 10 dólares (9,40 euros) en el campo de minigolf. En el último barco de Royal Caribbean, esto significa pagar 49 dólares (45,75 euros) por un circuito de cuerdas que se puede completar en menos de un minuto.

Pero en Carnival, incluso los lugares gratuitos tenían opciones de pago.

Por ejemplo, el bufé, donde los clientes tenían que pagar por las alitas de pollo.

O el comedor, donde los zumos del desayuno —mostrados por un camarero en cada mesa— podían comprarse por 5 dólares (4,70 euros).

¿Buscas un aperitivo al mediodía? Puedes ir a locales gratuitos como Il Mercato a por salchichas o el puesto de pizzas a por, bueno, pizza. Eso sí, tendrás que pagar 6 dólares (5,60 euros) si quieres un pastel de carne a la barbacoa coreana en lugar de pepperoni.

El temido signo del dólar me seguía día y noche, dentro y fuera del barco.

Las sesiones nocturnas de cine son gratuitas. Pero si quieres una bolsa de palomitas con mantequilla, tendrás que pagar 4 dólares (3,75 euros).

Es el mismo precio que tenían que pagar los huéspedes si querían coger un autobús de enlace desde el puerto de Ensenada hasta el centro.

Incluso las actividades programadas a bordo tenían recargos innecesariamente gratuitos.

Las bolsitas de té durante la "hora del té" costaban 1,50 dólares (1,40 euros). Sin saber el precio antes de que se me acercara el camarero, me negué por no querer pagar.

Unos minutos más tarde, volvió para informarme de que tenía dos opciones gratuitas escondidas detrás de las caras: té verde Lipton y Bigelow, las únicas bolsitas disponibles en el bufé.

En el desayuno, un camarero bromeó con que mi cruasán y mi té Lipton costarían 20 dólares (18,70 euros).

Si no lo supiera, le habría creído. Parecía como si casi todo lo que quería viniera con una etiqueta de precio trampa, como al parecer pretendía la empresa matriz de Carnival.

Los viajeros gastaron más dinero a bordo de los buques de Carnival Corp en el primer trimestre de 2024 que en el mismo periodo del año anterior. Para continuar con este éxito, Josh Weinstein, presidente y consejero delegado de Carnival Corp, declaró a los inversores en marzo que la empresa seguiría "empujando y presionando" a sus líneas de cruceros para "optimizar y maximizar tanto el gasto en el billete como a bordo".

La verdad es que el barco tiene algunas cualidades que lo compensan.

El minigolf, los toboganes acuáticos, los juegos de mesa y el circuito de cuerdas eran gratuitos y una forma estupenda de pasar los días en el mar.

Me alojé en el camarote más barato del nuevo barco de Carnival: era feo y sin ventanas, pero sorprendentemente espacioso

Me pareció un poco hortera toda la decoración con temática italiana (al fin y al cabo, se llama Firenze). Pero si te gusta la idea de una Italia chillona y transformada en Las Vegas puedes encontrar algo de alegría en esta estética.

Pero estas prestaciones no bastaron para pasar por alto la comida mediocre y la venta de productos difíciles de resistir.

Los cruceros deben ser relajantes y divertidos. No hay nada relajante en tener que pensar en tus finanzas cada vez que te encuentras con una opción de pago, lo cual era constante en el Carnival Firenze. Tampoco hay nada divertido en masticar un trozo de plástico escondido.

Si quieres las vacaciones de tus sueños en el nuevo barco de Carnival, prepárate para pagar. Pero llegados a ese punto, más vale que ahorres ese dinero para otro barco... o línea de cruceros.