Sobre las políticas tecnófobas: "Las pantallas rellenan huecos en la vida de gente con poca capacidad de decidir qué hacer con su tiempo libre"

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Foto del redactor Alberto R. AguiarFoto del redactor Alberto R. Aguiar
  • Cómo las pantallas y los dispositivos afectan a niños y adolescentes sigue siendo un objeto de estudio con disparidad de conclusiones.
  • Sin embargo, el malestar no se encuentra solo en los menores y parlamentarias de Más Madrid como Marta Carmona llaman más a la regulación de las empresas.

Los medios de comunicación configuramos la realidad. Por eso se puede un día leer que un estudio dé "la voz de alarma" al concluir que "la exposición a pantallas en niños está ligada a problemas del desarrollo" y al siguiente tener al Gobierno presentando una herramienta para verificar la edad de todos los ciudadanos en internet.

Pero también hay otros titulares que pasan más desapercibidos, como por ejemplo que "una revisión de estudios" indique que "los efectos del uso de pantallas en niños y adolescentes" sean "pequeños".

Esto, a juicio de César Rendueles, filósofo, sociólogo y ensayista responde a una corriente "catastrofista" frente a la que se puede dar una imagen más "matizada" sobre las afecciones que las pantallas y las herramientas digitales tienen sobre los menores. Así lo explicó en una intervención parlamentaria en la Asamblea de Madrid en mayo de este año.

La diputada de Más Madrid en la misma cámara, Marta Carmona, explicaba a Business Insider España algo parecido: al final, las afecciones de las pantallas a los menores tiene más que ver con el tiempo de ocio saludable que dejan de pasar por estar entregados a los dispositivos y a las plataformas.

"Las pantallas rellenan huecos en las vidas de gente con poca capacidad de decidir qué hacer con su tiempo libre", explicaba la parlamentaria, psiquiatra comunitaria de profesión.

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En los últimos meses distintas personalidades del Gobierno han remarcado algunos estudios, como los desarrollados por organizaciones como Save the Children o la Fiscalía General del Estado, apuntando que el consumo de pornografía era una de las causas que explican que las agresiones sexuales cometidas por menores se hayan más que duplicado en los últimos cinco años.

"El 90% de los jóvenes de entre 18 y 26 años consideran que el porno es fiel a la sexualidad real", "el 50% actúa por imitación y en ocasiones por dominación" y el 30% afirma que el porno "es su única fuente de información afectivo-sexual".

Para atajar esto, acreditar la mayoría de edad solo sobre plataformas de contenidos pornográficos asentadas en España no será suficiente, máxime cuando la posibilidad de instalar una red virtual para simular que se está visitando un contenido desde otro país existe.

La regulación puede y debe ir más allá. Pero la solución que se está dando ahora mismo tiene más que ver con el uso de la tecnología digital que con las dinámicas que reproducen las productoras y las plataformas de contenido para adultos.

La propia Marta Carmona, parlamentaria de Más Madrid, lo explicaba así: ""Al final se dibujan dos posiciones: quienes apuestan por pedir a chavales y adultos conducta monacal mientras dejan campar a sus anchas a las empresas que viven de algoritmos perversos y quienes apostamos por formar a los individuos y regular a las empresas".

Por eso, para Carmona, la propuesta de app verificadora de edad imbuye los dos modelos por los que se puede apostar: "O haces una cosa que no sirve para nada [los chavales sabrán sortear el sistema de verificación de edad] y por lo tanto es una medida cosmética...".

"... O puedes hacer una cosa mucho más restrictiva pero cargándote un montón de libertades individuales. No hay un término medio funcional real. Hay una idealización de que puede haber una solución técnica perfecta para atajar este problema".

"En esas dos posturas", incide Carmona, "hay quien dice que las empresas deben poder hacer lo que quieran y tenemos que regular el tiempo que niños e incluso adultos pasan con el móvil, y otros que dicen que Estados y organismos supranacionales, aunque les esté costando, deben seguir disputando con regulación este ámbito".

"El avance tecnológico va muy por delante de nuestras discusiones éticas". La demonización de lo digital, sin cuestionar su propiedad, recuerda al pánico satánico que estalló en EEUU en los 80 y se expandió globalmente, o la demonización de los videojuegos por sus afecciones en los menores que también adquirió protagonismo en las últimas décadas en todo el mundo.

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