Muerte a los polígonos industriales: lo que antes era un taller de coches ahora es un rocódromo o una cocina fantasma

  • Los polígonos de toda la vida están desapareciendo. Antes había talleres o fábricas. Hoy hay macroalmacenes de Amazon, rocódromos y cocinas fantasma.
  • Los paisajes mudan cuando cambian las condiciones externas, y es un gran cambio el que explica la nueva postal de los polígonos. ¿En una palabra? Globalización.
Ilustración de Rocódromos en polígonos industriales

DALL·E 3

Foto del redactor Inma BeneditoFoto del redactor Inma Benedito

Es posible conocer a una sociedad paseando. Basta con salir a la calle y leer la ciudad sin mucha prisa para darse cuenta de cómo las costumbres permean en los edificios. De cómo todo muere y renace conforme cambian los tiempos. Y en ese cambio constante, los polígonos industriales han muerto a manos de la globalización. Al menos, tal y como los conocíamos. 

En el número 44 del carrer del Marroc, a las afueras de Barcelona, antes había un taller de reparación de coches. Ahora hay un rocódromo. En Madrid, a la altura de donde muere la calle Alcalá estaba el polígono Julián Camarillo: casi 200 hectáreas de fábricas y talleres condenados al abandono fuera de la M-30. Hoy hay gastrobares y... otro rocódromo. 

"Los polígonos industriales de toda la vida están desapareciendo de las ciudades". Fernando Hernández, CEO de Sputnik Climbing, lo sabe por experiencia propia. Lleva años rastreando el mapa de Madrid y visitando naves en venta en busca de la oportunidad para expandir su negocio de instalaciones deportivas de escalada. 

Sputnik Climbing comenzó abriendo en un polígono de Alcobendas, en una antigua nave de cuadros eléctricos Pinazo. A día de hoy tienen 3 centros en todo Madrid, en noviembre inaugurarán el cuarto, y ya hay planes para construir otros 2: uno en pleno centro de la capital y otro en el Corredor del Henares.

"En Alcobendas cada vez hay más naves en alquiler. Lo industrial, el almacén pequeño de toda la vida, está muriendo", señala Hernández. Justo detrás de su centro de Alcobendas han abierto una dark kitchen, o cocina fantasma, otro de los fenómenos que coloniza el suelo industrial.

"Observamos este fenómeno constantemente", explica Alejandro Rubia, presidente de la Coordinadora Española de Polígonos Empresariales (CEPE). Por eso ya no los llaman así: "preferimos llamarlos polígonos empresariales", añade.

El ecosistema de los polígonos está cambiando. Antes podían encontrarse concesionarios, talleres o fábricas de muebles. Hoy hay grandes almacenes de Amazon, rocódromos y macrogimnasios. 

En el polígono de Las Rozas, donde Sputnik abrió su segundo centro en Madrid (y uno de los más grandes de España) en la que fue una fábrica de Amichi, todavía quedan varias tiendas de colchones y algún concesionario que ahora se mezclan con una miscelánea bastante ecléctica de boxes de CrossFit, pistas de pádel, kárting y tiro con hacha, un Ikea y un club de baile. Un poco de todo.

Los paisajes mudan cuando cambian las condiciones externas, y es un gran cambio en la sociedad y en la economía el que explica la nueva postal de los polígonos. ¿En una palabra? Globalización.

Ilustración boom Guadalajara

Érase una vez un polígono

Imagen del edificio de un polígono industrial

Getty images

Un abuelo contempla junto a su nieto el mismo horizonte de naves industriales. Pero no ven lo mismo. Lo que el abuelo recuerda, ya no existe. No, al menos, en las grandes ciudades.

El fenómeno de los polígonos industriales comenzó hace más de 60 años. "Durante los años 60, 70 y 80, hubo un gran boom industrial en toda España que llevó a la proliferación de polígonos industriales", observa Rubia.

A partir de 1959, todavía durante el franquismo, España vio nacer el Plan de Estabilización de la Economía. "Fue el primer plan económico para abrir el mercado español a la economía europea y al mundo", resume Gerardo Roger, arquitecto y urbanista, ex director general de urbanismo de la Generalitat Valenciana y corredactor de diversas leyes urbanísticas autonómicas y de la Ley de suelo estatal.

El objetivo era recibir con los brazos abiertos turismo e inversión, y exportar industria. "La mayoría de polígonos industriales hoy vienen de un decreto de suelo industrial de los años 60 para potenciar el sector industrial", aclara Roger.

"El cambio se debe a la globalización y a la transformación del modelo económico. Antes, los polígonos se concebían principalmente como áreas para la industria manufacturera y pesada. Podíamos encontrar fábricas, plantas de producción y otros negocios industriales", coincide Rubia. Ahora, la industria pesada se ha ido lejos de la ciudad.

En ese suelo también se instalaron fábricas de envasado de naranjas, pequeños almacenes, talleres de coches y concesionarios... "Cada manzana se dividía en parcelas para industrias nido. Con 2.000 metros iban que chutan", ilustra Roger. 

Pero con las economías de escala, la demanda ha ido creciendo y las necesidades cambiando, y de la parcela de 2.000 metros se ha pasado a la nave de 50.000. 

"El polígono daba servicio al pueblo, pero el alcance del parque empresarial va mucho más allá. Ahora se están estudiando muchas propuestas de parques logísticos en localizaciones estratégicas: en grandes nudos de autopistas, en la Comunidad Valenciana, en Castilla-La Mancha, con grandes manzanas de 5 hectáreas para hacer centros logísticos de almacenaje para empresas como Inditex o Mercadona", añade Roger.

Las empresas que podían competir con el mundo se han expandido (Amazon cuenta con 32 almacenes en toda España, Ikea tiene una veintena de tiendas e Inditex 12 centros) y, las que no... Han desaparecido, dando paso a nuevos moradores

"Los grandes movimientos industriales vienen dados por grandes compañías, con un planeamiento, terrenos... que montan su meganave. El polígono de siempre que existía en los años 70 está en decadencia. El sector de los deportes ahí somos vector de cambio. Las naves de toda la vida han cambiado y ahora hay instalaciones de escalada, de CrossFit…", asegura Hernández, CEO de Sputnik.

Ilustración trabajador estresado buscando objetivos

Conociendo a los nuevos vecinos

Una imagen del interior de Sputnik Legazpi, en Madrid.
Una imagen del interior de Sputnik Legazpi, en Madrid.

Cortesía de Sputnik

Pero parte de los nuevos moradores nada tienen que ver con la industria pura y dura, sino que proceden del sector terciario, dibujando un panorama donde los servicios ocupan los huecos que deja la desindustrialización.

"La expansión urbana ha llevado a que muchos polígonos a las afueras ahora estén dentro o muy cerca de las ciudades. Eso ha facilitado la llegada de negocios que no son estrictamente industriales, adaptándose a las nuevas necesidades de los consumidores", resume Rubia, y cita ejemplos más allá de Madrid o Barcelona, como el polígono Agrela en Coruña o ASIMA en Palma, "que se han integrado perfectamente en la ciudad con establecimientos de cara al público". 

El boom y metamorfosis de los rocódromos es un buen ejemplo para entender las razones detrás del aterrizaje de los nuevos vecinos de polígono. 

"Hace unos 20 años había unos 40 rocos en España. Ahora tenemos 366", cuenta Edgar Casanovas, CEO de Lizcore, una empresa con una patente tecnológica que con una app permite actualizar el nivel de escalada en rocódromo en función de las características físicas del usuario.

"Empezamos en garajes, con tablones de madera que se iban llenando de presas, y colchones que encontrábamos en la basura. De ahí pasamos a locales comerciales pequeños, la mayoría supermercados con techos muy bajitos, hasta que te das cuenta de que, el local, al año se te ha quedado pequeño. Ahí se empiezan a buscar naves industriales para tener más espacio", ilustra Casanovas.

En pocos años se ha pasado de garajes con tablones de madera a instalaciones de más de 1.000 metros cuadrados que rondan los varios millones de euros.

"Los antiguos rocódromos eran espacios oscuros, más sucios. Pero en los últimos años ha habido un cambio de tendencia: en la demanda, que se ha disparado; pero también en los centros, que ahora son abiertos, inclusivos y donde la experiencia va mucho más allá de una mera pared de escalada, y eso ha ayudado a democratizar el deporte", confirma Hernández. 

Zona de vías en Sputnik Las Rozas, Madrid.
Zona de vías en Sputnik Las Rozas, Madrid.

Cortesía de Sputnik

En París, donde el cambio ocurrió mucho antes, una misma cadena de escalada puede tener instalaciones cada 900 metros, casi por parada de metro. "Aquí tenemos una cuarta parte", añade Hernández, cuyo objetivo en Madrid es llegar a abrir un centro Sputnik por distrito.

Los rocódromos juegan con un hándicap de base: la altura. No es fácil encontrar locales con 8 metros de altura en pleno centro. Otras ciudades europeas han llegado a aprovechar iglesias góticas en desuso para hacer cumbre de sus chapiteles. 

En España eso está un pelín más complicado, así que toca buscar otros lugares. "Nos dimos cuenta de que en los polígonos podíamos encontrar la altura que necesitábamos, porque las naves son diáfanas y tienen que entrar camiones. Hay mucha gente que se está dedicando a buscar locales grandes disponibles para hacer boulder", argumenta Casanovas.

Pero no es solo una cuestión de altura, es que cada vez hay más gente en las grandes ciudades (es donde hay más actividad económica, más oportunidades laborales...): "La necesidad de grandes espacios como los utilizados por gimnasios y centros de CrossFit es relativamente nueva, y se debe al aumento de la demanda de estos servicios", apunta Rubia.

Ilustración el imperio de las ciudades del futuro

"Los polígonos están cada vez más integrados en las ciudades, y esa realidad está cambiando la fisionomía de las empresas ubicadas en ellos", confirma Rubia, y añade que "además, ofrecen ventajas como el amplio espacio y la disponibilidad de aparcamiento, especialmente en horarios en los que otras empresas del polígono no están operativas".

La expansión de las grandes urbes ha ido comiéndose la periferia, y esas naves cada vez están más integradas en la ciudad. El polígono Julián Camarillo, donde se ubica Sharma, está fuera de la M-30, pero completamente mimetizado con el barrio de Ciudad Lineal; y si Legazpi, sede del tercer Sputnik en Madrid, alguna vez fue periferia, ahora es pasado pisado.

En el centro de la ciudad es otra historia. El suelo es el nuevo oro, codiciado por fondos de inversión para construir viviendas, el tema se complica.

De hecho, si Sputnik consiguió llevarse las últimas 3 naves industriales de Legazpi (hoy un barrio en ebullición), fue porque los grandes fondos no lograron transformarlas en viviendas. Solo en esos casos, alcanza a abrir en el centro de la capital, donde la pugna por el suelo está mucho más reñida por la demanda de vivienda.

"El reto en grandes ciudades con tanta presión es cómo incluir este tipo de instalaciones. Lo industrial está desapareciendo y en Madrid lo están cambiando para que sea vivienda. Nosotros somos otra alternativa", añade.

Los parques logísticos también son una alternativa, pero no solo para rocódromos o centros de almacenaje, sino para todo tipo de actividades: 

"Un parque empresarial genera un movimiento de trabajadores enorme y, con ello, crea un mercado muy complejo y completo que incluye el uso terciario, con hoteles, oficinas, comercios... Son instalaciones productivas más propias del urbanismo contemporáneo", concluye Roger.

Para quien pasee por un polígono, es la huella del nuevo desarrollo económico y urbanístico de las grandes ciudades y de la globalización de las actividades comerciales, que ya no dan servicio solo a la comarca o a la región, sino a todo el mundo.

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