Mi primer crucero con mi hijo de 10 años fue una pesadilla: no volvería a hacerlo

Mujer en crucero

Westend61/ Getty Images

Heidi Borst,

| Traducido por: 
  • Hasta este año nunca había estado en un crucero, así que decidí viajar con mi hijo de diez años durante las vacaciones de primavera. 
  • El crucero necesitaba urgentemente algunos arreglos y nos quedamos sin electricidad dos veces.

Hasta este año, nunca había estado en un crucero, y juré que nunca lo haría. Como persona nerviosa en general, tenía muchas reticencias. ¿Y si había un brote de norovirus? ¿Y si me mareaba? ¿Y si el barco chocaba contra un iceberg y se hundía como el Titanic? Pero mientras valoraba posibles destinos para las vacaciones de primavera con mi hijo de diez años, me lo pensé mejor.

Como madre soltera, no me gusta explorar lugares nuevos sola, y organizar unas vacaciones de una semana me parecía abrumador. Zarpar en un crucero lleno de diversión en el que todo estaba planeado de antemano era la solución perfecta.

Reservé un crucero de cinco noches por Cayo Hueso (Florida, Estados Unidos) y las Bahamas con Celebrity, con salida desde Miami. Para no sentirme agobiada, elegí un camarote con terraza. Podíamos sentarnos al aire libre y disfrutar de las impresionantes vistas.

Nuestra primera parada en South Beach

Para evitar el estrés, reservé una noche en South Beach el día de antes de partir. Ninguno de los dos habíamos estado allí, y el día antes de nuestro crucero, me gasté un dineral en The Miami Beach Edition. Este hotel de 5 estrellas, con acceso privado a la playa, piscinas frente al océano, pista de patinaje sobre hielo y bolera, no nos decepcionó.

Para la cena elegimos el Estiatorio Milos, una marisquería griega donde se sirve pescado recién traído del Mediterráneo. El chef visitó nuestra mesa para hablarnos de las especialidades del día. Nuestro viaje tuvo un comienzo increíble.

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Nuestra experiencia en el crucero no fue muy buena

El embarque en nuestro crucero, el Celebrity Summit, fue como la seda, y nos dirigimos directamente a nuestro camarote, que apareció tal y como se anunciaba. En el balcón, observamos cómo la luz del sol bailaba sobre la superficie del agua. Me relajé y dejé que mis preocupaciones desaparecieran.

Pero cuando entré y abrí la puerta del cuarto de baño, me invadió un olor a moho. Durante la ducha de esa noche, descubrí por qué cuando el agua se acumuló en un charco bajo mis pies. A partir de entonces, nos pusimos las chanclas y nos duchamos rápido.

Llegamos a nuestro primer puerto y exploramos la encantadora ciudad de Cayo Hueso. Pero nuestro barco no pudo atracar al día siguiente debido a los fuertes vientos, así que nos perdimos nuestro segundo destino, Bimini (Bahamas). Decepcionados, exploramos el barco en busca de diversión. Pero aparte de los juegos de azar y beber, no había mucho que hacer.

La piscina estaba oxidada y sucia, y el "salón recreativo" consistía en dos Xbox en una habitación pequeña. El barco, construido en 2001 y reformado en 2016, necesitaba urgentemente algunos arreglos. Azulejos desconchados, alfombras manchadas y grifos rotos eran algunos de sus problemas más evidentes. Mi hijo echó un vistazo a las tiendas de regalos mientras yo me tomaba un café. Un vendedor le puso en la muñeca un reloj de 2.000 dólares (1.860 euros) y le animó a comprarlo. Por suerte, él sabía que no debía hacerlo.

Incluso nos quedamos sin electricidad

Durante un apagón de varias horas, la imaginación se apoderó de nosotros. Discutimos la posibilidad de que hubiera piratas a bordo; la nula comunicación de la tripulación no ayudó. En un momento dado, un barro oscuro se coló por el desagüe de la ducha y el inodoro dejó de funcionar. Cuando volvió la electricidad, el wifi de 270 dólares (250 euros) no funcionaba, y siguió yendo irregular durante el resto del viaje.

Al día siguiente, el barco volvió a quedarse a oscuras durante la cena. El personal nos sirvió la cena a oscuras como si nada. En ese momento, quisimos marcharnos. Al día siguiente atracamos en Nassau (Bahamas), donde jugamos en el mar. Dejé que mi hijo me llevara a dar un paseo en moto acuática, que fue lo mejor de su viaje.

A la mañana siguiente desembarcamos. Salimos del barco a toda prisa.

Disfrutamos de otro hermoso día en South Beach, hundiendo los dedos de los pies en playas de arena blanca y explorando el centro comercial al aire libre Lincoln Road Mall.

Aunque nuestra experiencia en el crucero fue probablemente atípica, no volveré a arriesgarme. Eso sí, South Beach nos ha enamorado.

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Etiquetas: Viajes, cruceros, Familia, Vacaciones