Dejé mi trabajo en Meta y viajé a Bali para encontrarme a mí misma, pero dos meses después volví a casa de mis padres más confusa que nunca

Simone Landis regresó a la casa de su infancia tras dejar su carrera en Meta.
Simone Landis regresó a la casa de su infancia tras dejar su carrera en Meta.

Simone Landis

Tess Martinelli,

| Traducido por: 
  • Simone Landis dejó su trabajo en Meta y viajó a Bali en busca de un restablecimiento espiritual.
  • Durante sus dos meses de vacaciones se sintió más perdida que nunca. Volvió a vivir en la casa de su infancia y piensa quedarse allí.

Este artículo se basa en una conversación con Simone Landis, una joven de 29 años de San Francisco que dejó su trabajo en Meta. Se ha editado por motivos de extensión y claridad.

Mi trabajo en Meta, dedicado a la planificación de eventos, era apasionante y me mantenía alerta, pero cuando la pandemia puso fin a todas las reuniones presenciales y mi función se redujo al análisis de datos, perdí la pasión por mi trabajo. Mi insatisfacción se vio atenuada por el elevado sueldo y la seguridad laboral, pero, al cabo de dos años, buscaba desesperadamente algo más en mi carrera.

En otoño de 2022, dejé mi trabajo y reservé un vuelo a Bali en un intento de vivir mi propia experiencia de 'Come, reza, ama'. Sin embargo, me sentí más perdida y confusa que nunca, así que volví a Estados Unidos y tuve que mudarme a la casa de mi infancia.

No me arrepiento de haberme gastado 5.000 dólares en un viaje a Bali, pero ojalá hubiera sabido que no podía huir de mi desasosiego interior, por muy lejos que me fuera.

La transición del mundo offline de mi trabajo en eventos al online en Meta fue dura

Empecé a trabajar en Meta en otoño de 2019, en su departamento de seguridad global. Mi trabajo consistía en planificar todo, desde fiestas navideñas para toda la empresa hasta pequeñas reuniones de accionistas, asegurándome de que hubiera protección ejecutiva y personal médico.

Me divertí mucho planificando eventos desde la sede de Bay Area y me encantó lo dinámica y ocupada que me mantenía.

Pero cuando llegó la pandemia, mis principales tareas se centraron en el análisis de datos. Pasaron dos años sin que volvieran los eventos presenciales y perdí la chispa por el trabajo.

Mi trabajo se convirtió en algo totalmente distinto a lo que había aceptado de primeras y las tareas cotidianas no me ilusionaban. Sabía que había llegado el momento de cambiar de vida, pero me daba miedo perder un sueldo seguro.

Empecé a trabajar los fines de semana en una agencia de organización de eventos para satisfacer mi interés por ese campo, mientras conservaba mi trabajo en Meta. Unos meses más tarde, mi compañera de piso en San Francisco decidió mudarse y me enfrenté a la decisión de quedarme en Meta y buscar mi propio apartamento o aprovechar el momento para seguir adelante.

Me había pasado dos años ahorrando dinero, incluidos 5.000 dólares solo para viajes, así que sabía que podía mantenerme económicamente unos meses sin trabajar. Pensé que unas vacaciones me despejarían la mente y me permitirían averiguar qué quería hacer realmente con mi vida.

Dejé mi trabajo y volé a Bali

Dejé mi trabajo en Meta en otoño de 2022, no renové mi contrato de alquiler y reservé un viaje de dos meses a Bali. Me decidí por Bali por su fama como lugar curativo y espiritual, con tradiciones culturales arraigadas en la gratitud. Elegí hacer un retiro de yoga porque llevaba años practicándolo y quería rodearme de gente con ideas afines.

En apariencia, Bali era exactamente lo que esperaba. Mi viaje estuvo repleto de deliciosa comida vegana, interminables clases de yoga y cafeterías con nómadas digitales. La isla es preciosa y tuve mucho tiempo para explorar su exuberante naturaleza.

Sin embargo, estaba mucho más comercializado de lo que esperaba. La mayor parte de lo que me rodeaba estaba occidentalizado y se dirigía exclusivamente a turistas y a gente que, como yo, se había tragado la misma fantasía balinesa de un restablecimiento espiritual.

Me sentí más perdida que nunca

Fui con el gran plan de crear contenidos de viajes para las redes sociales, conocer nuevos amigos y decidir los próximos pasos de mi carrera.

Pero me encontré completamente sola, abrumada por la ansiedad social y demasiado agobiada para grabar nada. La presión a la que me sometí para sacar algo de estas vacaciones me llevó a la parálisis por la toma de decisiones.

Esperaba salir de la meditación con una revelación sobre lo que debía hacer con mi vida, pero me sentí más perdida que nunca.

En lugar de aclarar mis ideas, el tiempo que pasé fuera me hizo reflexionar sobre el hecho de que tenía 27 años, una edad en la que la mayoría de mis amigos parecían estar ascendiendo en la empresa, formando una familia o estableciéndose. Me di cuenta de que yo no tenía ninguna de las cosas que creía que definían el éxito a mi edad.

Volví a la casa de mi infancia

Después de dos meses en Bali, volé de vuelta a la bahía de San Francisco y tuve que mudarme a la casa de mi infancia. Mis padres no viven allí todo el año, así que tenía la casa casi para mí sola, pero se me hizo raro volver.

Fue humillante y, francamente, vergonzoso reflexionar sobre el hecho de que lo había dejado todo para viajar y encontrarme a mí misma, pero el único lugar en el que me encontré fue de nuevo en la habitación de mi infancia. Me obligó a mirar hacia dentro y a redescubrir lo que quería la niña que una vez vivió allí. Podía huir, podía volver a viajar, pero sabía que siempre tendría que volver a casa conmigo misma.

Seguí trabajando a tiempo parcial en la empresa de eventos, lo que volvió a despertar mi pasión por los eventos y las interacciones en persona. Reprimí la ansiedad social que sentía en Bali y conseguí que mis jefes me ascendieran. Ahora trabajo más horas y asumo más responsabilidades y libertades creativas.

También tengo previsto sacarme el título de profesora de yoga y aprovechar mi experiencia en eventos para dirigir retiros internacionales de yoga. Quién sabe, quizá incluso vuelva a Bali para dirigir un retiro de yoga.

Sigo viviendo en la casa de mi infancia, algo que me parece bastante común, pero de lo que no se habla lo suficiente. El Área de la Bahía es cara, y aunque no es exactamente lo que imaginaba para mí a los 29 años, estoy feliz de estar aquí en esta etapa de mi vida. Me entusiasma la idea de tener algún día mi propia casa, pero no tengo prisa por marcharme hasta que me sienta económicamente segura.

No me arrepiento de nada

No me arrepentiría ni por un segundo de mi experiencia en Bali, pero ojalá hubiera tenido unas expectativas más realistas. Al confiar en mis vacaciones como muleta para mi crisis de identidad, me creé expectativas poco realistas. En realidad, necesitaba tiempo para mí, independientemente del sitio.

Sin embargo, me alegro de haber confiado en mi intuición y de haberme ido de Meta. Aunque va a ser un largo viaje, por fin estoy en un camino profesional que se alinea con mis pasiones y objetivos.

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Etiquetas: Viajes, Meta, Trabajo